La nueva moda del desapego.
Un año más ha pasado San Valentín y como no, he sentido la necesidad imperiosa de compartir con vosotros (el dramatismo es inherente al romanticismo y comparto ambas cualidades, buenas, malas o mediopensionistas a gusto del lector) una reflexión personal sobre uno de mis sentimientos favoritos, el #amor.

Pero, aunque todo apuntaba a ello por el comienzo de esta publicación, no me voy a referir al amor romántico, sino al amor como lazo de unión entre seres vivos, sean personas o animales o hacia una pasión, algo que nos mueva de verdad.

Me gusta mucho escribir sobre conceptos y constructos ambiguos, poco acotables, porque son los que nos permiten huir del blanco y negro, del todo o nada y del nunca y siempre, dicotomismos que en la mayoría de las veces solo nos traen frustración ya que muy pocas cosas se puede encasillar en sí o no (casi siempre se cuela un depende).

En fin, que me voy del tema. San Valentín… invento del Corte Inglés, una horterada de día, el día más importante de algunas personas, otras que lo felicitan a sus mascotas y amigos, el cumpleaños de mi amiga Laura y el día internacional de las cardiopatías congénitas.

Y, ¿con cuál de todas las definiciones nos quedamos? Pues depende… ¡Veis!, siempre se cuela un depende.

Sobre el amor se lleva reflexionando desde hace siglos y existen numerosos tratados, con diferentes puntos de vista y afirmaciones. En los últimos tiempos se ha puesto especialmente de moda la corriente que fomenta el #desapego, y, ¿eso qué es? De forma muy resumida, en ella nos animan a no forjar lazos estrechos con otras personas o cosas para no sufrir después la garantizada ruptura (que ellos/as anticipan como si tuvieran una bola de cristal).

Y ahora, a ver cómo doy mi opinión sobre esto sin resultar mordaz. Me parecen en cierta medida cobardes, #cobardesemocionales (que conste que lo he intentado y es lo que cuenta, digo lo de no ser mordaz). Tienen miedo a sufrir y es muy lícito, es una sensación desagradable pero también se pierden mucho, ¿no estáis de acuerdo?

Los #apegos son naturales y necesarios para afianzar las relaciones, al nacer establecemos el más importante y es el que construimos con nuestras madres. Y aquí es el único punto en el que voy a dar la razón con matices a esta corriente, un apego inseguro hace que la persona crezca con una estructura inestable y si lo llevamos al mundo adulto y seguimos hablando de apegos, los apegos inseguros, que conllevan dependencia, anulación de la persona, tiranía o manipulación, por supuesto que son apegos dañinos.

Pero, ¿por qué generalizan? Ni mucho menos los apegos son todos malos, existen los apegos seguros que nos brindan confianza, serenidad, seguridad, y esto en ningún caso puede ser malo, así que para mí el único error es confundir apego con dependencia.

Establecer un vínculo sano lo considero un placer. Cuando conoces a alguien o algo (una persona, un animal, una afición) que te hace vibrar, que te motiva, que te da alegría… ¿y lo vamos a cortar, aunque nos haga bien por si algún día acaba?, ¿solo me sale a mi pensar “estamos locos”? A mí me huele a miedo cuando me lo cuentan y es una pena.

Os animo a que detectéis cuando estáis sufriendo miedo a sentir y lo sabréis si no dejáis que las emociones formen parte de vuestra vida. Escuchaos y si identificáis ese miedo, no permitáis que controle vuestra vida, que se convierta en un dogma para gestionar las relaciones con las personas y otros aspectos importantes en la vida.

Siempre va a ser mejor haber sentido y que termine si tiene que terminar o defraude a que nunca haya existido.

P.D.: que disfrutéis del amor en cualquiera de sus formas.

Ana S. Preysler

Directora de Equidae Psicología

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